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  • Writer's pictureA. Jorge Aguilera López

¿Barcos de madera ignífugos?

El fuego ha sido y sigue siendo uno de los grandes enemigos que los barcos han tenido a lo largo de toda la historia. Es por ello que una buena forma de destruir una flota enemiga era incendiándola. Tenemos registros de dichas prácticas desde la antigüedad tanto en Europa como en Asia y en África, siendo el llamado “fuego griego” el método más llamativo y conocido hoy en día (siendo la inspiración del “fuego valyrio” presente en la popular ficción de George R. R. Martin). Por supuesto, había otros métodos ígneos –especialmente desde la incorporación de la pólvora en la táctica militar– empleados para destruir o cómo mínimo inmovilizar o inutilizar los buques enemigos: en este post menciono algunos de ellos.


Derrota de la Gran Armada, 8 de agosto de 1588 (1796), por Philip James de Loutherbourg [Museo Marítimo Nacional, Londres]


Sin embargo, el sistema más extendido tanto cronológica como geográficamente fue el empleo de otros barcos que cargados de material inflamable o explosivo (alquitrán, sulfuro, pólvora, brea…), era lanzando contra la armada enemiga. Este tipo de barcos conocidos como brulotes, fueron empleados con frecuencia tanto por neerlandeses como ingleses contra las armadas del Rey Católico. Estas armas fueron protagonistas tanto en la frustrada invasión de Inglaterra de 1588 contra la Gran Armada,[1] o en la desastrosa Batalla de las Dunas de 1639, donde los neerlandeses sin apenas bajas destruyeron la armada española capitaneando por Antonio de Oquendo. Este método no solo fue empleado contra las armadas. En el gran asedio de Amberes (1584-85), los rebeldes neerlandeses emplearon un nuevo y dañino modelo de barco explosivo llamado hellebrander (“Quemador del Infierno”) diseñado por el italiano Federigo Giambelli (financiado por Inglaterra). Estos brulotes fueron lanzados contra las obras de asedio hechas por los españoles (el Puente Farnesio) causando grandes daños, pero aun así no lograron impedir que las tropas de Felipe II tomaran la ciudad.


Esquema del Puente de Farnesio durante el asedio de Amberes (s. XVI) por Frans Hohenberg


Por todo ello, no nos debe de resultar extraño que se buscasen maneras de contrarrestar esas dañinas armas y mucho menos debe sorprendernos que, tanto el rey como sus ministros recibieran con los brazos abiertos cualquier propuesta al respecto. Me topé con el presente documento en mi última visita al Archivo General de Simancas (AGS). Es una consulta del Consejo de Guerra al rey fechada en 1593 sobre cierto experimento capaz de hacer a los barcos ignífugos:


El Consejo [de Guerra] consultó a Vuestra Majestad lo que el Conde de Santa Gadea [capitán de la escuadra de las galeras de España] aprobara la proposición que Lucian Dalfin, genovés, ha hecho de que con cierta brea que él tiene no podrán ser quemados los navíos. Diciendo [Santa Gadea] que había hecho la experiencia en su presencia y que había salido cierta y que siendo esto así, sería muy conveniente que Vuestra Majestad hiciese merced al dicho Lucian Dalfin de un entretenimiento en estos reinos por todos los días de su vida. (…) Se ha remitido al Consejo un memorial (…) que dice haber hecho en presencia de Vuestra Majestad la prueba y haber salido verdadera y suplica (…), le haga merced de darle una buena ayuda de costa por lo que hasta aquí ha gastado y demás darle entretenimiento para lo de adelante. Y habiéndolo el Consejo visto, le ha parecido consultar a Vuestra Majestad que si por la prueba (…) [que] se ha hecho de este secreto no está satisfecho [convencido] que surtirá efecto en lo que se pretende, se podrían dar al dicho Lucian 100 ducados para que fuese a Lisboa a hacer la prueba (…) [y allí le den] lo necesario para ello en algún navío que no sea de provecho.


Aunque me gustaría tener más detalles sobre este experimento y sobre el tal Dalfin, por ahora, esto es todo lo que tengo. Quizás en mi próxima visita a Simancas puedo obtener más información. Prometo informaros.


Por otro lado, y dada la tipología y el contenido del documento, aprovecho para hacer una breve reflexión sobre este tema. Y es que PARECE que entre el fallecimiento de Leonardo da Vinci y la llegada de Isaac Newton –salvo por Copérnico y Galileo–, haya un gran vacío de unos 150 años en cuanto a grandes descubrimientos científicos y tecnológicos. “Casualmente” es el lapso de tiempo en que los pioneros católicos imperios ibéricos dominaron la escena internacional ¿Por qué sucede esto? Puede que sea porque el ámbito académico esté actual –y merecidamente– dominado por el mundo anglosajón; puede que las sociedades ibéricas no publicitaran o directamente mantuvieran en secreto muchas de esas contribuciones; puede porque esas mismas sociedades eventualmente languidecieran sin remedio frente a los protestantes imperios y estados que siguen dominando las escena internacional; puede que sea por la efectiva Leyenda Negra; puede que sea por puro desconocimiento e interés; o simplemente puede ser un cúmulo de esas y otras muchas razones. Lo que sí es cierto es que muchas de las contribuciones ibéricas –y en general de la Europa mediterránea– a la llamada revolución científica (embrión de la Ilustración), han sido y son ignoradas por ese mundo académico dominante a pesar de que muchas de ellas han sido efectivamente estudiadas y demostradas. Sobre este tema, os dejo este interesante artículo: «Iberian Science in the Renaissance: Ignored How Much Longer?» de Jorge Cañizares-Esguerra de la Universidad de Texas (y de quien recomiendo leer sus otras obras).


[1] Aclarar que si bien, los brulotes ingleses no causaron daño directo, sí que lograron hacer entrar en pánico y desorganizar a la Gran Armada (al ser tomados por los temidos hellebranders), dando paso a la batalla de Gravelinas, donde los ingleses salieron victoriosos.


 
  • Aguilera López A. J. (2020) "¿Barcos de madera ignífugos?", en Remando por la Historia [online].

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